sábado, 2 de noviembre de 2013

Zozocolco, lugar de cántaros de barro


Iniciaré este blog con un pueblo que no ostenta la deseada categoría que la Secretaría de Turismo Federal (SECTUR) otorga (u otorgaba en los dos sexenios pasados) a localidades con características especiales que les hacían atractivas para el turismo. Su nombre es Zozocolco, “Lugar de cantaros de barro”, y está enclavado en la región totonaca de Veracruz, al norte de Cuetzalan, Puebla y a tres horas de Papantla, ambos pueblos mágicos.



Zozocolco es un pueblo con una larga historia. Previo a la conquista española, en la región se encontraba la ciudad de Tonatiuhco "donde reside el Sol" y Tzozocolco era solo un asentamiento tributario. Con la llegada de los franciscanos, se concentra la población en el segundo sitio y se levanta la construcción de su máximo símbolo, la Parroquia de San Miguel Arcángel (siglo XVII), aunque sus torres (al menos una de ellas) datan del siglo XIX.


Dentro del templo sobreviven en deterioradas condiciones varios retablos del siglo XVIII, delicadamente tallados en madera. Algunas de las pinturas difícilmente se distinguen y el retablo principal muestra la parte superior muy dañada por el fuego. Aún así, adentrarse en el recinto es una experiencia que debe vivirse si se visita esta localidad veracruzana. 

La fiesta de San Miguel Arcángel, a finales de septiembre, es uno de los atractivos culturales más importantes de la región. Los distintos bailes de afinidad totonaca-católica, entre ello los quetzales y los santiagos, se dejan ver durante la celebraciones. El fin se semana posterior al día de muertos también se celebra desde hace ya algunos años el festival de globos de papel de china. Se ha venido fomentando la creencia de que estos gigantes coloridos ayudarán a regresar las almas a su destino. Esta fiesta tiene miles de visitantes que se concentran durante tres días, agotando los tres pequeños hoteles con que cuenta la población y forzando a la habilitación de las escuelas como albergues.

La arquitectura del pueblo se ha conservado enormemente. Aún vemos muchísimas casas construidas con la piedra de la región y destacan sus muros gruesos. También hay algunas construcciones modernas con bloque, pero los habitantes han cuidado la estética de las mismas para tratar que encaje con la imagen colonial del pueblo, lo que se agradece. Los techos de madera y teja se encuentran en casi todas las construcciones, tanto del centro como de los barrios anexos.

Encontramos edificios con la piedra al desnudo, pero también algunos recubiertos en sus fachadas con colores al pastel que se adecuan al paisaje.

Vale destacar que se han hecho esfuerzos para evitar el uso de lonas que rompen la magia del entorno. Me sentí realmente alegre de ver letreros tallados en madera como el que se aprecia en la fotografía de la derecha. No es el único, y aunque hay que decir que algunos establecimientos han sido tentados por el diablo y usan anuncios escandalosos, estos son mínimos. Por el contrario, sentí una profunda decepción cuando vi la iglesia con una enorme lona en su fachada anunciando un evento religioso que sería celebrado en Papantla. Soy partidario de que esto debería estar prohibido por el INAH. Un ícono arquitectónico merece ser admirado en su plenitud, y ser usado de esta manera no es sino un demérito a todo lo bueno que he venido hablando del pueblo.



Sobre la gastronomía, se nos habló sobre comida tradicional a base de algunas yerbas, pero nos dijeron que esto lo podrían ofrecer si se pedía con un par de días de anticipación para ir al monte a recolectar los ingredientes. Dada esta situación, nos conformamos con antojitos típicos pero muy ricos. Por la noche que llegamos cenamos en la calle principal del centro empanadas de queso y elotes preparados, aunque hay más de una taquería. En lo personal, lo que más disfruté fue el desayuno. Les recomiendo mucho una fondita que se encuentra yendo rumbo a la iglesia, en una cuchilla que se forma frente al palacio municipal. Ahí encontramos empanadas de queso de hebra (oaxaca, quesillo o como quieran llamarle) y de guisado de puerco a un increíble precio de cuatro por diez pesos, además de atole de chocolate, café de la región y una refrescante agua de tuna que disfrutamos mientras la lluvia nos permitió continuar nuestro recorrido, el cual por un momento nos llevó al vecino pueblo de Coxquihui, del cual les platicaré en otra ocasión. Antes de partir comimos en el Canto de las Ranas una deliciosa cecina acompañada por enchiladas rojas y a un precio bastante accesible ($65.00).


No puedo dejar de recomendar la visita a las pozas, yendo cerro abajo desde el pueblo uno hará una media hora hasta llegar a ellas. El temor por maleantes o el robo del carro (que se quedó en la entrada del camino) no fue justificado. La gente del lugar es tranquila, pero aún así, se puede dejar el carro en el centro del pueblo y hacer el recorrido acompañado de un guía local, los cuales se ofrecen sin problema alguno. Nosotros terminamos haciendo el recorrido solos, y nos encontramos tres personas transitando por el sitio, lo cuales nos hicieron recomendaciones y/o comentarios del lugar. Y bueno, estando ahí... ¡A nadar se ha dicho!


A manera de conclusión, recomiendo ampliamente este sitio como un destino turístico. Esperemos que en breve pueda concretar sus ideas como pueblo mágico, siendo uno de los candidatos más fuertes de Veracruz (merece el título mucho más que Papantla). El problema que encontramos fue la condición de la carretera desde Papantla hasta el sitio, que tiene muchos baches, algunos de ellos enormes, pero aún así logramos acceder en dos horas y media en un carro pequeño. Hay salidas en autobús cada hora desde Poza Rica y Papantla, haciendo un trayecto de cerca de tres horas y un precio que osila alrededor de los $80.00. El hospedaje es económico (una habitación sencilla para dos personas con agua caliente en hotel Kin Kachiquin $180.00). Podemos decir que Zozocolco es un destino que bien vale la pena visitar. Ojalá que los visitantes cuiden el lugar y ayuden a mantener sus ríos y pozas limpias, y que la gente local conserve el amor por su arquitectura, evitando la contaminación visual con anuncios escandalosos, y conservar esos encantadores techos de teja y paredes de piedra.

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