lunes, 18 de noviembre de 2013

Parras, oasis en el desierto


Daremos un salto desde las tierras tropicales de Quintana Roo hasta las tierras áridas del desierto de Coahuila, donde encontramos el primer pueblo mágico reconocido del norte del país: Parras de la Fuente. Fundado por los jesuitas a finales del siglo XVI (1598) bajo el nombre de Santa María de las Parras, este pueblo de indios funcionó de manera totalmente distinta a muchas otras localidades novohispanas. No hubo una villa de españoles en las proximidades, y la presencia de europeos estaba limitada al Colegio de San Ignacio de Loyola de Parras (foto abajo) y a dos haciendas (Urdiñola y San Lorenzo) de menor importancia que el pueblo. La agricultura pasó a ser parte importante en el crecimiento económico de la población, y los indios tlaxcaltecas se encargaron de administrar los recursos (los indios laguneros fueron enormemente mermados por las epidemias). Parras es reconocido por la producción de dulces basados en nuez y leche, así como por sus excelentes vinos.



El crecimiento de la población tlaxcalteca en Parras promovió la fundación en 1731 de San José del Álamo, hoy Viesca (otro de los pueblos mágicos de Coahuila aunque de menor atractivo que Parras).


Parras tiene el encanto también en sus jardines. Aquí, los detalles porfirianos se perciben fuertemente. La Plaza del Reloj, ubicada frente a la Iglesia de Santa María de las Parras presume un enorme reloj de cantera (izquierda), como su nombre lo indica. Cerca de ahí encontramos la Plaza de Armas, que también da muestras de estos tiempos refinados, como puede apreciarse en su quiosco porfiriano (abajo).


Quizás la estampa más representativa del pueblo de Parras es el Estanque de la Luz, con el cerro del Sombreretillo al fondo, coronado con la austera Capilla de Santo Madero, construida entre 1868 y 1880. 


La existencia de este y otros estanques refleja claramente la abundancia de agua de la región, lo que ha propiciado el crecimiento de nogaleras y numerosos vergeles. Con las nueces se crean deliciosos dulces de leche, de los mejores del país.


El desierto que rodea el pueblo de Parras contrasta con el verdor de la localidad. Recientemente se empezaron a promover actividades ecoturística en los cañones y el desierto de este municipio. Esto me sembró ganas de volver a visitar con más detenimiento este pueblo norteño. Y no duden que si llego a hacerlo, tendrán una actualización de esta entrada con más imágenes y comentarios al respecto.

Otros de los ejemplos de arquitectura religiosa de los que presume el pueblo son el Santuario de Guadalupe y la Parroquia de la Asunción de Santa María de las Parras (foto abajo), construida en 1648 y la cual conserva inscrita el acta de fundación del pueblo .

La casa de la cultura, albergada en una casona antigua de piedra, muestra piezas relacionadas o referentes a un personaje local, que la historia nacional ha glorificado como mártir de la revolución, Francisco I. Madero. No ahondaré más al respecto, pues no es un blog de historia, además que tengo un serio desacuerdo con alabar la guerrilla de la primera década del siglo XX que tanta desgracia y muerte sembró en México (sí, me refiero a la revolución mexicana que vino a terminar con la paz porfiriana que no tacharé de blanca, pero tuvo más pros que contras aunque la SEP nos haya hecho creer lo contrario).


El palacio municipal, de estilo neoclásico y construido de cantera rosa, es uno de los monumentos más admirables de Parras.
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En Parras sólo estuve una tarde. Es por ello que muchos puntos me hicieron falta por conocer, por ejemplo, Casa Madero, que encabeza la tradición vitivinícola no sólo de Parras, sino de México. Lo que no podía dejar de hacer era comer, así que pregunté a la gente del lugar y me recomendaron el Mesón de Don Evaristo. Este restaurante está establecido en una antigua casona, sus precios no son los que un mochilero buscaría, pero son accesibles ($100-$150 por una comida satisfactoria y bebida). Yo, por mi parte, elegí pechuga de pollo en salsa de jamaica, bastante recomendable.

Uno de los últimos sitios que visité fue el acueducto, construido a principios del siglo XX. Debo decir que, siendo Parras una de las pocas zonas de monumentos históricos del país, es lamentable ver grafitti en este emblemático monumento (por lo menos era alarmante la cantidad afectada en mi visita allá por agosto 2011). La foto no muestra la parte deteriorada, porque por fortuna había áreas limpias. El sitio, es de otra manera, un lugar agradable para reposar unos minutos, mientras niños juegan en el agua que escapa de esta edificación.

Como hice mención apenas en el párrafo anterior, el centro histórico de Parras es reconocido como una de las poco más de 50 zonas de monumentos históricos reconocidas en México. Por sus calles encontramos numerosas casas que superan los cien años de antiguedad. La gran mayoría construidas con piedra.

Además, también se observan algunos muros descubiertos de casas construidas con un material mucho más económico, pero al mismo tiempo fresco: adobe. Es una lástima que hoy en día, los pueblos crezcan con bloque y concreto... el centro de Parras, sin embargo, quedó a salvo y aún conserva una gran cantidad de edificios hechos "a la antigüita".


En las afueras del pueblo pueden verse también vestigios de adobe, testigos del paso del tiempo.

Cometí el error de no fotografiar los dulces que compré... pero trataré de compensar ello con una foto de la materia prima, que cae directamente de los nogales que abundan en sus calles. Con ello cierro la entrada esta ocasión, dando un 5 de 5 de calificación a este Pueblo Mágico. ¡Totalmente recomendable!



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