viernes, 29 de noviembre de 2013

Palizada, de río y teja francesa

Justo en la frontera entre Tabasco y Campeche, más cerca de Villahermosa que de la capital campechana, se encuentra Palizada. El nombre original fue San Joaquín de la Palotada, y fue fundado en 1674. Levantado en los márgenes de una sección del río Usumacinta, al que los españoles nombraron Palizada por la cantidad de palos arrastrados por la corriente. El pueblo, oficialmente fue reconocido hasta el 18 de mayo de 1772 por Cédula Real, y como villa hasta 1850.

Palizada cuenta con un sólo templo católico, en honor a San Joaquín (como se puede deducir del párrafo anterior, fue el santo de la fundación del pueblo). Su construcción se concluyó en 1792, y es el monumento histórico más importante de la localidad. Es un templo realmente muy sencillo, de una sola nave y con una torre carismática, pero sencilla. Frente a ella se encuentra la plaza central, que en lugar de un quiosco posee un monumento a Benito Juárez. Recientemente (2011), el río Palizada salió de cauce e inundó el pueblo, destruyendo los hermosos jardines que había en la plaza.

 En 2010, Palizada ingresó a la lista de localidades consideradas Pueblos Mágicos. Es hasta el momento la única localidad del estado de Campeche que forma parte de tan exclusiva distinción (aunque durante el 2012 las denominaciones se prostituyeron de una manera muy evidente). Una de las obras que se llevaron a cabo para lograr la distinción fue la construcción de un malecón, que a decir verdad resulta bastante agradable para observar los atardeceres.

Palizada es famosa por sus numerosas casas que conservan sus tejas francesas, resultado del comercio del palo tinte, un árbol regional del que se extraía un polvo utilizada para teñir de color rojo. Los paliceños tiraban los troncos al río, los cuales flotaban y llegaban a montones a la laguna de términos. A cambio, entre otras cosas, Palizada recibía tejas francesas. Esos fueron sus tiempos más prósperos. En la foto de abajo se observan algunas de estas casonas antiguas, el edificio verde de dos niveles hoy sirve como palacio municipal (este año se llevaron a cabo obras de cableado subterráneo, así que esos cables ya no estorban la vista de las fachadas).

Una de las esculturas más polémicas y representativas de Palizada es una réplica en miniatura de la estatua de la Libertad, colocada en 1949 en lo que hoy es parte del malecón.




Una manera interesante de llegar a Palizada es por barco, saliendo desde Ciudad del Carmen. El viaje, no obstante, tiene una duración de ocho horas (aunque también tiene la posibilidad de ir observando la fauna durante el trayecto). Desafortunadamente, no hay una página donde establezca con certitud horarios y días de salida y tendrás que dejar a la suerte la posibilidad de tomar el viaje por río, y si tienes los días contados, no es una opción. En mi caso particular llegué y me fui por autobús desde Villahermosa (TIP: Sólo hay una corrida diario Villahermosa a Palizada con cerca de cuatro horas de duración, pero hay salidas más frecuentes a Jonuta, y de ahí salen autobuses cada hora al pueblo mágico).


La fauna silvestre en la región es abundante, especialmente en lo que respecta a aves. Un paseo en lancha por el río permitirá descubrir garzas, aguiluchos, palomas, y otras especies que gustan de los humedales. Cerca del pueblo, y contando como uno de los atractivos locales, se encuentra una granja de cocodrilos. Como biólogo he visto muchísimas veces cocodrilos, además que prefiero ver los animales nativos en su hábitat natural, por lo que no me interesó invertir tiempo en visitar el sitio, sin embargo, creo que para un turista convencional es una alternativa bastante atractiva, sobre todo si ya se hizo un viaje hasta este pueblo (aunque está cerca de Villahermosa, el viaje toma entre cuatro y cinco horas).



Mención especial merecen las golondrinas, por lo menos en la temporada que fui (marzo) eran especialmente abundantes. Sin necesidad de un telefoto, logré hacer varias fotos de estas curiosas aves que aparentemente estaban anidando.


Cabe mencionar que, dada su ubicación a orillas de un caudaloso río, Palizada fue susceptible a ataques piratas, especialmente a los ingleses que se establecieron en isla del Carmen (hoy Ciudad del Carmen) por lo que debía estar preparada para estos asaltos. De aquellos tiempos aún se conservan cañones, aunque hoy son más utilizados por las golondrinas.

La gastronomía es un punto importante a mencionar. Pregunté por restaurantes, y me recomendaron uno en el camino de entrada... después de una caminata considerable, llegué y no había servicio. Es una de las desventajas que debe afrontar este pueblo para iniciar una fase de consolidación en turismo. La población propiamente no está preparada para atender al turista, y vaya, yo soy bastante descuidado en este aspecto y repetiría mi experiencia, pero hay turistas que no recomendarían una visita a este pueblo mágico por estas desatenciones. Finalmente decidí ir a comer a un puesto de fritangas, y me encontré con estas empanadas de pejelagarto (recordemos que la cercanía con Tabasco es tal que comparte similitudes gastronómicas). No me encantaron, pero debo aclarar que no soy fan de los pescados y mariscos. Lo que me extrañó, es que utilizan mucho la salsa kétchup y no soy muy partidario de su uso con comida mexicana.


Concluiré aquí con mi opinión sobre este pueblo mágico. En resumen, le doy un 4/5. Es una excelente opción de fin de semana, con arquitectura y ecoturismo al alcance, pero de querer consolidarse debe mejorar más en la prestación de servicios, en particular restaurantes y la frecuencia del transporte en barco Playa del Carmen - Palizada - Playa del Carmen, en particular si esto quiere promoverse como un atractivo turístico. En cuestion de hoteles, los hay para todos bolsillos y bastante cómodos (excepto las habitaciones de $150, no tienen aire acondicionado, una habitación de $250 sería más recomendable y aún bastante accesible). Con las obras de cableado subterráneo, seguramente la imagen urbana ha mejorado bastante, y no queda sino esperar que las lluvias no lastimen nuevamente la población (la disminución de potreros y reforestación ayudaría bastante a minimizar el impacto de las lluvias).


lunes, 18 de noviembre de 2013

Parras, oasis en el desierto


Daremos un salto desde las tierras tropicales de Quintana Roo hasta las tierras áridas del desierto de Coahuila, donde encontramos el primer pueblo mágico reconocido del norte del país: Parras de la Fuente. Fundado por los jesuitas a finales del siglo XVI (1598) bajo el nombre de Santa María de las Parras, este pueblo de indios funcionó de manera totalmente distinta a muchas otras localidades novohispanas. No hubo una villa de españoles en las proximidades, y la presencia de europeos estaba limitada al Colegio de San Ignacio de Loyola de Parras (foto abajo) y a dos haciendas (Urdiñola y San Lorenzo) de menor importancia que el pueblo. La agricultura pasó a ser parte importante en el crecimiento económico de la población, y los indios tlaxcaltecas se encargaron de administrar los recursos (los indios laguneros fueron enormemente mermados por las epidemias). Parras es reconocido por la producción de dulces basados en nuez y leche, así como por sus excelentes vinos.



El crecimiento de la población tlaxcalteca en Parras promovió la fundación en 1731 de San José del Álamo, hoy Viesca (otro de los pueblos mágicos de Coahuila aunque de menor atractivo que Parras).


Parras tiene el encanto también en sus jardines. Aquí, los detalles porfirianos se perciben fuertemente. La Plaza del Reloj, ubicada frente a la Iglesia de Santa María de las Parras presume un enorme reloj de cantera (izquierda), como su nombre lo indica. Cerca de ahí encontramos la Plaza de Armas, que también da muestras de estos tiempos refinados, como puede apreciarse en su quiosco porfiriano (abajo).


Quizás la estampa más representativa del pueblo de Parras es el Estanque de la Luz, con el cerro del Sombreretillo al fondo, coronado con la austera Capilla de Santo Madero, construida entre 1868 y 1880. 


La existencia de este y otros estanques refleja claramente la abundancia de agua de la región, lo que ha propiciado el crecimiento de nogaleras y numerosos vergeles. Con las nueces se crean deliciosos dulces de leche, de los mejores del país.


El desierto que rodea el pueblo de Parras contrasta con el verdor de la localidad. Recientemente se empezaron a promover actividades ecoturística en los cañones y el desierto de este municipio. Esto me sembró ganas de volver a visitar con más detenimiento este pueblo norteño. Y no duden que si llego a hacerlo, tendrán una actualización de esta entrada con más imágenes y comentarios al respecto.

Otros de los ejemplos de arquitectura religiosa de los que presume el pueblo son el Santuario de Guadalupe y la Parroquia de la Asunción de Santa María de las Parras (foto abajo), construida en 1648 y la cual conserva inscrita el acta de fundación del pueblo .

La casa de la cultura, albergada en una casona antigua de piedra, muestra piezas relacionadas o referentes a un personaje local, que la historia nacional ha glorificado como mártir de la revolución, Francisco I. Madero. No ahondaré más al respecto, pues no es un blog de historia, además que tengo un serio desacuerdo con alabar la guerrilla de la primera década del siglo XX que tanta desgracia y muerte sembró en México (sí, me refiero a la revolución mexicana que vino a terminar con la paz porfiriana que no tacharé de blanca, pero tuvo más pros que contras aunque la SEP nos haya hecho creer lo contrario).


El palacio municipal, de estilo neoclásico y construido de cantera rosa, es uno de los monumentos más admirables de Parras.
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En Parras sólo estuve una tarde. Es por ello que muchos puntos me hicieron falta por conocer, por ejemplo, Casa Madero, que encabeza la tradición vitivinícola no sólo de Parras, sino de México. Lo que no podía dejar de hacer era comer, así que pregunté a la gente del lugar y me recomendaron el Mesón de Don Evaristo. Este restaurante está establecido en una antigua casona, sus precios no son los que un mochilero buscaría, pero son accesibles ($100-$150 por una comida satisfactoria y bebida). Yo, por mi parte, elegí pechuga de pollo en salsa de jamaica, bastante recomendable.

Uno de los últimos sitios que visité fue el acueducto, construido a principios del siglo XX. Debo decir que, siendo Parras una de las pocas zonas de monumentos históricos del país, es lamentable ver grafitti en este emblemático monumento (por lo menos era alarmante la cantidad afectada en mi visita allá por agosto 2011). La foto no muestra la parte deteriorada, porque por fortuna había áreas limpias. El sitio, es de otra manera, un lugar agradable para reposar unos minutos, mientras niños juegan en el agua que escapa de esta edificación.

Como hice mención apenas en el párrafo anterior, el centro histórico de Parras es reconocido como una de las poco más de 50 zonas de monumentos históricos reconocidas en México. Por sus calles encontramos numerosas casas que superan los cien años de antiguedad. La gran mayoría construidas con piedra.

Además, también se observan algunos muros descubiertos de casas construidas con un material mucho más económico, pero al mismo tiempo fresco: adobe. Es una lástima que hoy en día, los pueblos crezcan con bloque y concreto... el centro de Parras, sin embargo, quedó a salvo y aún conserva una gran cantidad de edificios hechos "a la antigüita".


En las afueras del pueblo pueden verse también vestigios de adobe, testigos del paso del tiempo.

Cometí el error de no fotografiar los dulces que compré... pero trataré de compensar ello con una foto de la materia prima, que cae directamente de los nogales que abundan en sus calles. Con ello cierro la entrada esta ocasión, dando un 5 de 5 de calificación a este Pueblo Mágico. ¡Totalmente recomendable!



miércoles, 6 de noviembre de 2013

Bacalar y su laguna de los siete colores

El estado de Quintana Roo es famoso por sus playas bañadas por el Mar Caribe, pues es el único estado mexicano que puede presumir de ello (aunque debemos notar que en Cabo Pulmo, B.C.S. también encontramos cálidas agua color azul turquesa). Sin embargo, el estado caribeño tiene secretos que apenas empiezan a darse a conocer, uno de ellos, Bacalar, un pueblo ubicado al sur del estado a menos de media hora al norte de Chetumal.

La visita debe iniciar en su amplia plaza central, dominada por un quiosco moderno y sencillo, pero que armoniza con el entorno que le rodea. Hay que decirlo desde el principio... el pueblo no tiene su fuerte en sus casonas, y caminar por sus calles no nos transporta a los tiempos coloniales o porfirianos por los que esta localidad pasó a lo largo de su historia. Es un pueblo simple, pero de ninguna manera feo. Además, tiene más de un par de inmuebles históricos notables y pasa a la historia por ser el último bastión de la Nueva España en la frontera sureste. Como punto estratégico, los españoles levantaron en la rivera de la laguna de Bacalar el fuerte de San Felipe (de Bacalar), terminado en 1729, para defenderse de los constantes ataques piratas. Esta fortaleza respondió al motín que provocó el abandono de la antigua villa de Salamanca de Bacalar, fundada en 1545 por Melchor Pacheco durante la primera mitad del siglo XVI y abandonada tras el saqueo del pirata Diego el mulato en 1642.

Armado con cañones y muros altos y gruesos, el fuerte de Bacalar logró mantener el pueblo a salvo de los intrusos holandeses, franceses e ingleses que asediaban el territorio español. Los ingleses, interesados principalmente en el tráfico del palo tinte, se asentaron en el actual territorio de Belice, del otro lado del río Hondo, razón por la cual se detuvo la expansión de la Nueva España hacia el sur. 

Hoy, el fuerte alberga un pequeño museo que exhibe la historia regional desde los tiempos coloniales, el porfiriato, pasando por la guerra de las castas (que mantuvo amotinado Bacalar desde finales del siglo XIX hasta 1902), hasta el siglo XX, cuando Quintana Roo adquirió su identidad como estado. Son pocas las piezas de gran valor que aquí encontramos, pero nos provee de un respaldo histórico sin el cual nuestra visita a Bacalar no estaría completa, pues nos iríamos con la idea de haber visitado sólo un poco más del "azul turquesa" que caracteriza esta franja costera.

Con el ya mencionado abandono de la Villa de Salamanca de Bacalar, la selva se encargó de desaparecer el Templo de la Purísima Concepción al que los pobladores se habían advocado en el siglo XVI. No obstante, sobrevive el Templo de San Joaquín, testigo del resurgimiento de Bacalar en el siglo XVIII a orillas de la laguna. Pese a su sobria fachada y su pobre ornamentación interna, este monumento fue testigo de los esfuerzos de evangelización franciscana en el sureste de la península de Yucatán. El templo fue construido a mediados del siglo XVIII y está dedicado a San Jerónimo, que en la mitología católica era el padre de la Virgen María (algunas fuentes señalan a San Jacinto como el patrón original del nuevo Bacalar). Es cierto, su sencillez no puede competir con las iglesias barrocas o chirriguerescas del centro y norte de la república, pero agradecemos que siga de pie como evidencia del esfuerzo (enorme) que los españoles hicieron por convertir al catolicismo a los mayas.

Después de citar dos de los inmuebles más representativos de Bacalar, podemos entonces hablar de su principal atractivo: la laguna de Bacalar. Es mejor conocida como la laguna de los siete colores, debido a que adquiere distintas tonalidades de azul, verde o pardo dependiendo de la profundidad y sedimentos. Sus aguas son cálidas casi la mayor parte del año, lo que es una abierta invitación a nadar. 

Pero no se preocupen... la presencia aquí de cocodrilos es muy rara, pues las aguas son muy poco productivas y las especies de peces son generalmente pequeñas, por lo que no representan una alternativa interesante para los temidos reptiles.

En la laguna se han construido restaurantes. Los costos son algo elevados para un viaje económico, pero recomendaría pagar el precio, considerando que es también una especie de "boleto" para echarse a nadar a la laguna sin tener que acceder al balneario municipal, donde uno no puede dejar las cosas sin estar al pendiente de que alguien vaya a robárselas.

A cuatro kilómetros del centro de Bacalar se llega al cenote azul, de 90 m de profundidad. En una de sus orillas encontramos un restaurante, pero no es necesario pagar para echarse un chapuzón a este encantador cuerpo de agua.

Podemos decir que Bacalar es un destino que bien merece la pena visitar. ¿Pueblo mágico? De cierta manera guarda la tranquilidad de un pueblo. Uno puede visitar su acogedora plaza central y ver pasar el tiempo frente al histórico fuerte y su hermosa laguna, o visitar una iglesia que se guarda con celoso cariño por los habitantes. Sí. En mi opinión Bacalar reúne la mayoría de los requisitos para ser considerado en tal categoría, pero definitivamente se debe trabajar más en las calles del primer cuadro de la ciudad para devolverle ese toque histórico que le falta. En conclusión, es una población con encanto pero dista de ser uno de los pueblos más encantadores de México.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Zozocolco, lugar de cántaros de barro


Iniciaré este blog con un pueblo que no ostenta la deseada categoría que la Secretaría de Turismo Federal (SECTUR) otorga (u otorgaba en los dos sexenios pasados) a localidades con características especiales que les hacían atractivas para el turismo. Su nombre es Zozocolco, “Lugar de cantaros de barro”, y está enclavado en la región totonaca de Veracruz, al norte de Cuetzalan, Puebla y a tres horas de Papantla, ambos pueblos mágicos.



Zozocolco es un pueblo con una larga historia. Previo a la conquista española, en la región se encontraba la ciudad de Tonatiuhco "donde reside el Sol" y Tzozocolco era solo un asentamiento tributario. Con la llegada de los franciscanos, se concentra la población en el segundo sitio y se levanta la construcción de su máximo símbolo, la Parroquia de San Miguel Arcángel (siglo XVII), aunque sus torres (al menos una de ellas) datan del siglo XIX.


Dentro del templo sobreviven en deterioradas condiciones varios retablos del siglo XVIII, delicadamente tallados en madera. Algunas de las pinturas difícilmente se distinguen y el retablo principal muestra la parte superior muy dañada por el fuego. Aún así, adentrarse en el recinto es una experiencia que debe vivirse si se visita esta localidad veracruzana. 

La fiesta de San Miguel Arcángel, a finales de septiembre, es uno de los atractivos culturales más importantes de la región. Los distintos bailes de afinidad totonaca-católica, entre ello los quetzales y los santiagos, se dejan ver durante la celebraciones. El fin se semana posterior al día de muertos también se celebra desde hace ya algunos años el festival de globos de papel de china. Se ha venido fomentando la creencia de que estos gigantes coloridos ayudarán a regresar las almas a su destino. Esta fiesta tiene miles de visitantes que se concentran durante tres días, agotando los tres pequeños hoteles con que cuenta la población y forzando a la habilitación de las escuelas como albergues.

La arquitectura del pueblo se ha conservado enormemente. Aún vemos muchísimas casas construidas con la piedra de la región y destacan sus muros gruesos. También hay algunas construcciones modernas con bloque, pero los habitantes han cuidado la estética de las mismas para tratar que encaje con la imagen colonial del pueblo, lo que se agradece. Los techos de madera y teja se encuentran en casi todas las construcciones, tanto del centro como de los barrios anexos.

Encontramos edificios con la piedra al desnudo, pero también algunos recubiertos en sus fachadas con colores al pastel que se adecuan al paisaje.

Vale destacar que se han hecho esfuerzos para evitar el uso de lonas que rompen la magia del entorno. Me sentí realmente alegre de ver letreros tallados en madera como el que se aprecia en la fotografía de la derecha. No es el único, y aunque hay que decir que algunos establecimientos han sido tentados por el diablo y usan anuncios escandalosos, estos son mínimos. Por el contrario, sentí una profunda decepción cuando vi la iglesia con una enorme lona en su fachada anunciando un evento religioso que sería celebrado en Papantla. Soy partidario de que esto debería estar prohibido por el INAH. Un ícono arquitectónico merece ser admirado en su plenitud, y ser usado de esta manera no es sino un demérito a todo lo bueno que he venido hablando del pueblo.



Sobre la gastronomía, se nos habló sobre comida tradicional a base de algunas yerbas, pero nos dijeron que esto lo podrían ofrecer si se pedía con un par de días de anticipación para ir al monte a recolectar los ingredientes. Dada esta situación, nos conformamos con antojitos típicos pero muy ricos. Por la noche que llegamos cenamos en la calle principal del centro empanadas de queso y elotes preparados, aunque hay más de una taquería. En lo personal, lo que más disfruté fue el desayuno. Les recomiendo mucho una fondita que se encuentra yendo rumbo a la iglesia, en una cuchilla que se forma frente al palacio municipal. Ahí encontramos empanadas de queso de hebra (oaxaca, quesillo o como quieran llamarle) y de guisado de puerco a un increíble precio de cuatro por diez pesos, además de atole de chocolate, café de la región y una refrescante agua de tuna que disfrutamos mientras la lluvia nos permitió continuar nuestro recorrido, el cual por un momento nos llevó al vecino pueblo de Coxquihui, del cual les platicaré en otra ocasión. Antes de partir comimos en el Canto de las Ranas una deliciosa cecina acompañada por enchiladas rojas y a un precio bastante accesible ($65.00).


No puedo dejar de recomendar la visita a las pozas, yendo cerro abajo desde el pueblo uno hará una media hora hasta llegar a ellas. El temor por maleantes o el robo del carro (que se quedó en la entrada del camino) no fue justificado. La gente del lugar es tranquila, pero aún así, se puede dejar el carro en el centro del pueblo y hacer el recorrido acompañado de un guía local, los cuales se ofrecen sin problema alguno. Nosotros terminamos haciendo el recorrido solos, y nos encontramos tres personas transitando por el sitio, lo cuales nos hicieron recomendaciones y/o comentarios del lugar. Y bueno, estando ahí... ¡A nadar se ha dicho!


A manera de conclusión, recomiendo ampliamente este sitio como un destino turístico. Esperemos que en breve pueda concretar sus ideas como pueblo mágico, siendo uno de los candidatos más fuertes de Veracruz (merece el título mucho más que Papantla). El problema que encontramos fue la condición de la carretera desde Papantla hasta el sitio, que tiene muchos baches, algunos de ellos enormes, pero aún así logramos acceder en dos horas y media en un carro pequeño. Hay salidas en autobús cada hora desde Poza Rica y Papantla, haciendo un trayecto de cerca de tres horas y un precio que osila alrededor de los $80.00. El hospedaje es económico (una habitación sencilla para dos personas con agua caliente en hotel Kin Kachiquin $180.00). Podemos decir que Zozocolco es un destino que bien vale la pena visitar. Ojalá que los visitantes cuiden el lugar y ayuden a mantener sus ríos y pozas limpias, y que la gente local conserve el amor por su arquitectura, evitando la contaminación visual con anuncios escandalosos, y conservar esos encantadores techos de teja y paredes de piedra.